Ya solo quedan 90
minutos en los depósitos de oxigeno de mi traje espacial, así que moriré de
hipoxia. Nadie ha muerto en el espacio
durante la dilatada historia de la exploración espacial. Así que tendré el
honor de ser la primera.
Estoy pensando en quitarme la escafandra, así
me ahorraría un rato flotando sin rumbo, descompresión explosiva y congelación al instante a unos -270ºC.
Muerte inmediata. Sin embargo, hay algo liberador en flotar en la inmensidad
del espacio.
Aquí
he encontrado la calma y la serenidad que nunca he tenido en mi vida, moriré
pero por primera vez me siento en paz conmigo misma. Moriré sabiendo que lo que
he hecho ha sido por un bien mayor.
Sabotear
el soporte vital de la nave no fue sencillo, ya que mi tripulación no compartía
nuestra visión de futuro. Algunos siguen flotando a mí alrededor, chillando o
agonizando, pero es lo mejor. Encélado tiene una incipiente vida y la humanidad
no puede destruir su futuro. El universo me lo transmitió.
Microrrelato participante en el
I Premio de Microrrelatos “Ciencia Ficción en un hilo”
del Ateneo de La Laguna y la Universidad de La Laguna (ULL Tenerife)